Mateo había cumplido año y medio, estábamos mas que listos para ampliar la familia, así que cuando esa mañana de marzo de 2020 la prueba salió positiva no podía estar mas feliz, pronto compartí la noticia con mi esposo y cuando menos nos dimos cuenta llego el día de la primera consulta.
Estábamos ilusionados y a punto de salir hacia nuestra primera cita con mi ginecólogo de cabecera cuando empecé a tener una fuerte hemorragia, mientras íbamos en camino al médico la tristeza nos había invadido y pensábamos que el embarazo no se había logrado, cuando para nuestra sorpresa en el ultrasonido vimos un pequeño saco, ¡Sí!, aún estaba embarazada, tenía cinco semanas de gestación, pero había un gran hematoma en el útero y era este la razón del intenso sangrado. Me recetaron medicamento y reposo absoluto para evitar que el hematoma se acercara al saco y lo desprendiera, fueron semanas muy difíciles de mucho miedo y nervios, continuamente tenía hemorragias, pero además sin poder hacer esfuerzos, una de las cosas más frustrantes fue no poder cargar a mi bebé (Mateo) y tener que cuidar mis movimientos al máximo.
Pero todo esto solo sería el comienzo de un embarazo sumamente complicado, pasaron las semanas y con el continuo seguimiento médico el hematoma por fin se termino de absorber en la semana 16. A partir de este momento pensamos que el embarazo llegaría a buen término, por fin una luz al final del camino, ¡Mi bebé estaba creciendo adecuadamente y por fin las hemorragias se habían acabado!
En la semana 20, dos días antes de mi segundo estudio estructural tuve una pequeña fuga de liquido que no supe reconocer y un pequeño manchado, mi doctor me pidió que adelantara el estudio lo antes posible, al llegar con el especialista recuerdo sus exactas palabras “no les tengo buenas noticias” el bebé había dejado de crecer dos semanas atrás, casi no había liquido y su pequeño corazón se estaba apagando.
Fue sin duda el momento más difícil, sentía que el mundo se me venia encima, mi esposo solo pudo abrazarme porque yo sentía que me rompía en mil pedazos, en ese mismo momento nos enteramos que era un niño, y un sin fin de pensamientos inundaron mi cabeza me hice mil historias con ese bebe que ya no íbamos a vivir y que Mateo no iba a conocer.
El especialista hablo en ese momento con mi médico para explicarle los hallazgos y me pidió que de inmediato fuéramos a su consultorio, cuando llegamos no olvidare su cara completamente empática a nuestro dolor, él se tomó un tiempo para hablar con nosotros y acompañarnos en ese momento tan difícil, posteriormente me hizo un ultrasonido, él micro corazoncito de mi bebé aún tenía latido pero era muy débil, nos explicó que faltaban algunas horas pero que invariablemente se apagaría, nos citó a la mañana siguiente para el procedimiento.
Esa noche mi esposo y yo nos despedimos de nuestro bebé y parecería increíble, pero fue en ese momento que dejé sentir sus movimientos, por lo que supimos que finalmente se había ido. Esa noche fue durísima, no dormí y solo pude rezar.
A la mañana siguiente estábamos en el hospital me pusieron la anestesia epidural la cual no me hizo efecto por tanto estrés y me indujeron el parto, inmediatamente empecé a tener contracciones, pero fueron siete horas de un trabajo de parto triste y doloroso, finalmente, mi bebé nació por parto natural, fue un momento de shock y de un dolor inexplicable que sólo los papas que hemos vivido esta experiencia podemos sentir.
Pronto estábamos camino a casa con un cuerpo posparto, pechos llenos y los brazos vacíos.
Las siguientes semanas no fueron mas sencillas, estábamos pasando un duelo que como te podrás imaginar es diferente para mamá y para papá yo estaba desconsolada tirada en mi cama sin querer hacer nada, mi esposo en cambio tuvo que retomar su trabajo al día siguiente y como en la mayoría de los casos haciéndose fuerte para darme apoyo, mi bebé de año y medio si bien no entendía lo que pasaba, sentía que algo no estaba bien.
Mis papás nos acompañaron y apoyaron a cada paso de este trago amargo, pronto la casa se lleno de flores de familiares y amigos que nos mostraban su cariño y que estaban con nosotros.
A las dos semanas de esta amarga experiencia Mateo cumplió 2 años y ese día decidí que me iba a levantar porque tenía un hijo que me necesitaba, así que festeje su cumpleaños con todo el amor a pesar de todo y entendí que no me dejaba nada el seguir deprimida y que formaría parte activa de mi recuperación física, mental y emocional.
Así que tome terapias, leí testimonios de mujeres que como yo habían vivido experiencias semejantes, leí un libro maravilloso y todo esto junto con el apoyo de las personas a mi alrededor logre recuperarme, no fue fácil, al principio me hacia la típica pregunta ¿Por qué a mi? Estaba encasillada en pensar que si el embarazo no se iba a lograr porque tuve que sufrir 5 meses e ilusionarme con un bebé que no se quedaría y que hubiera sido mejor perderlo en aquella primera hemorragia.
Después de todo lo que trabajé en mi recuperación personal y con el apoyo de mi esposo descubrí que la pregunta a responder no era ¿Por qué a mí? Sino ¿Para qué a mí? Y con esta entendí que Alejandro me había escogido para vivir lo que le faltaba en este plano terrenal para finalmente trascender al amor de dios.
A los tres meses quede embarazada nuevamente y debo decir que no fue un embarazo fácil estuve acompañada continuamente por el miedo y la incertidumbre, lo único que me mantenía tranquila fue mi fe y la ilusión de que est@ beb@ arcoíris si se quedaría con nosotros.
Hoy soy una mamá de tres, dos conmigo y uno en el cielo que nos cuida y nos acompaña, cuando pienso en Alejandro no puedo evitar sentirme triste, pero pienso que el escogió a su hermanita Marypaz para que viniera a este mundo a devolvernos la ilusión y la esperanza, a darnos momentos maravillosos y en un tiempo una compañera de juegos para Mateo.
Así que tú que me estás leyendo y estas pasando por una prueba como esta, solo te puedo decir que confíes y pienses que tu bebé te escogió para el gran honor de ayudarle a completar su misión siendo su mamá, piensa que ahora tienes un ángel que te acompaña día y noche, pero sobre todo que vive en ti y estará contigo por siempre.
Pau Payán